lunes, 24 de agosto de 2009




Kilómetro 111 (1938)
Dirección: Mario Soffici

Género: Comedia DramáticaProducción: Argentina Sono FilmProductor: Atilio MentastiAsistencia de Dirección: E.Boneo / E. TogniGuión: Mario Soffici Argumento: E. Amorim / Sixto Pondal Ríos / Carlos OlivariFotografía: Antonio Merayo - B&NCámara: Leo FleiderEscenografía: Raúl SoldiMúsica: J. Vázquez Vigo / R.SciammarellaMontaje: Nicolás ProserpioSonido: Germán SzulemiDistribuidora: Argentina Sono FilmDuración original: 103 min.Fecha y Sala de estreno: 31/08/1938, Cine MonumentalIntérpretes: Pepe Arias / Delia Garcés / José Olarra / Angel Magaña / Miguel Gómez Bao / Juan Bono / Inés Edmonson / Adolfo Meyer / Choly Mur / Héctor Méndez / Julio Renato / Alberto Terrones / Cayetano Biondo / Cirilo Etulain / Arturo Podestá / Leticia Scury / Héctor Ferraro / Eduardo ZucchiResumen argumental:A fin de escapar del monopolio de los acopiadores, el jefe de una estación rural de ferrocarril permite a los colonos enviar su trigo a Buenos Aires sin cobrar el flete. Para rescatar a una sobrina que estudia cine y es acosada por el director de la academia, viaja a la ciudad, donde debe también defender su adhesión a los colonos. Alcanzado su propósito regresa al pueblo con su sobrina. Los colonos agradecidos le regalan una estación de servicio.




Pepe Arias (José Pablo Arias) (Buenos Aires, 17 de enero de 1900 - † Buenos Aires, 23 de febrero de 1967
Cursó dos años en la Escuela Naval Militar, pero fue expulsado por "falta de vocación". Subió por primera vez a un escenario en 1916, en el Teatro Excelsior, al ser incorporado a la compañía De Rosas-Aranaz-Arata. Estaba casado con su inseparable compañera Petrona Petra Bustos.
A partir de 1934 entró en el mundo de la radio como cómico, recitando sus famosos monólogos. Trabajó en las emisoras radiofónicas Stentor, Belgrano, El Mundo y Splendid, en Argentina, y en Radio Carve, en Montevideo. Tuvo problemas para trabajar tras el cruento golpe de estado antiperonista de 1955. Prolongó su labor escénica hasta fines de 1966.

Mario Soffici nació en Florencia, Italia, el 16 de mayo de 1900. Nueve años más tarde su familia llegó a Mendoza, Argentina. Como la de otros niños de aquella época, su infancia fue dura. El trabajo temprano en la calle lo enfrentó con todos los tipos humanos. Aprendió a observar, a meditar sobre los conflictos sociales, a detectar las injusticias de aquella Argentina signada por las diferencias económicas. Muy joven comenzó a despertar su pasión y encontró en algún circo barrial la posibilidad de incorporarse como payaso y malabarista. Y ya no paró. Los libros se transformaron en sus compañeros inseparables y se fue abriendo paso en el mundo del teatro. Antes de cumplir los veinte años ya se había convertido en primer actor y experimentado la tarea de director. De día al taller mecánico en el que se ganaba la vida y de noche al escenario. Intentó en dos oportunidades instalarse en Buenos Aires, pero las dificultades económicas y problemas de salud lo hicieron volver a Mendoza. Seguía leyendo, actuando, trabajando como inspector técnico en la Municipalidad de Godoy Cruz y estudiaba electrónica en la Universidad Popular.
Recién en 1924 logró su objetivo. Su trabajo como director en Muñeca de Armando Discépolo (en 16 mm), le dio la oportunidad que quería. “Yo no actué en el cine mudo, salvo un pequeño ensayo que hice con José Gola, Enrique Santos Discépolo y Francisco Santos Allende. Un pequeño ensayo en 16 milímetros, que fue nada más que para comparar la actuación del actor desde el punto de vista cinematográfico. Hicimos unas escenas de Muñeca sin ninguna modificación en el patio de camarines del Teatro Avenida de Mendoza. Filmamos unas escenas y vimos la diferencia que había en la actuación, en el maquillaje y en todo. Eso fue todo en mudo”.
Se produjo entonces su inserción en el teatro y ya a los 28 años su nombre era reconocido entre los mejores. Recorrió todo el repertorio universal: El simún de Lenormand, Anna Christie de O Neill, El mal de la juventud de Bruckner, Cuando el diablo mete la cola de Soya, Crimen y castigo de Dostoiewski, Elelín de Ricardo Rojas, Moliere o la transmigración del alma de Guastavino, El teatro soy yo de Cesar Tiempo, Roma de Enrique Larreta y la obra de Pirandello de quien fue un admirador y un estudioso. Y llegó también al cine. Actúo bajo la dirección de José A Ferreyra en Muñequitas porteñas en 1931 y luego en El linyera de Enrique Larreta. Ya en Calles de Buenos Aires (1934), también dirigida por Ferreyra, Soffici escribió el diálogo y dirigió una escena.

Cuando comencé a dirigir, varias preguntas me inquietaban. ¿Cuáles eran las verdaderas funciones del director de cine? ¿Qué es un director, es un artesano, un creador, es realmente un artista? Accidentalmente encontré una definición sobre arte cinematográfico, que daba una pequeña enciclopedia llamada Il Lessico en versión italiana y dice así:





“¿El cine es arte? De la respuesta afirmativa a esta pregunta depende el sentido y la razón de ser de la teoría cinematográfica... De todas maneras el cine es una profesión artística, ejercitada por numerosas personas de distintas categorías que contribuyen con su actuación a la producción de películas. La existencia de obras cinematográficas que permiten un eficaz estudio desde el punto de vista estético y que por lo tanto acusan la existencia de artistas que las han realizado, induce a considerar al cine como una expresión artística dotada de propias leyes y reglas, muchas veces inventadas y otras tantas variadas en su aplicación por los artistas creadores. Entre esos creadores debe considerarse en primer término al director. En la realización de un film el director respondiendo a su propia urgencia poética, trata de ubicarla en la obra fílmica valiéndose de los medios específicos con que cuenta la cinematografía. De donde resulta que la técnica es superada en el mismo acto de la creación”.