domingo, 21 de junio de 2009







"Aquellos Tiempos del Biografo"



LA NACION - Domingo 19 de julio de 1896



"TEATRO ODEON - ÉXITO DEL CINEMATOGRAFO

Acudió mucha gente a las (4) cuatro secciones que dio en este teatro su nueva compañía cómica-lírica, pues en todas ellas se exhibieron por primera vez las vistas del CINEMATOGRAFO adquirido por el empresario Sr. F. Pastor.
No es nuevo en verdad el aparato en cuestión, ni mucho menos el hecho o principio físico en que se funda, que no es otro que el conocido fenómeno de la retención momentánea de las imágenes en la retina y la posibilidad de enlazar una serie de imágenes mediante una sucesión rápida que para el efecto visual las reduzca a una sola por no haber solución de continuidad entre las sucesivas impresiones.
Este fenómeno ha podido últimamente ser aprovechado para efectos tan sorprendentes de ilusión óptica por los adelantos de la fotografía instantánea; y no hay duda que por razón de su relativo perfeccionamiento el aparato que anoche funcionó por 1º vez en el Teatro Odeón, ofrece bastante novedad y tiene extraordinario atractivo por el precioso efecto de muchas de sus vistas, en las cuales el movimiento de personas y vehículos está representado con un grado de verdad que maravilla y cautiva, completando la impresión de realidad que produce el tamaño natural de las figuras.

En algunas vistas, por dificultades de procedimiento que todavía no han podido vencerse, notase cierta vibración en algunos movimientos que perjudican algo a la ilusión, pero en otras ‚ ésta resulta perfecta merced al bien obtenido enlace de las sucesivas impresiones.
Entre las vistas mejores recordaremos el Taller de Herrería, la escena de Niños en el Jardín de las Tullerias, La salida de Operarios de una Fábrica, La Plaza de la Opera, El Interior de una Estación del Ferrocarril y la Plaza de la Estación de San Lázaro, esta última especialmente por su limpieza y la abundancia de sus buenos detalles.
El público quedó muy bien impresionado y es seguro que muchos de los que anoche vieron este curiosísimo espectáculo volverán algunas otras veces para gozar de él.

Esta tarde se da en este Teatro función entera compuesta por (3) tres obras, ofreciéndose al final de la última, (8) ocho vistas del CINEMATOGRAFO.
Por la noche se darán (4) secciones dobles con (5) cinco vistas después de cada una de aquéllas."

martes, 9 de junio de 2009







JUAN CARLOS THORRY
El hombre del espectáculo

28 de junio 1908, Coronel Pringles, Buenos Aires, Argentina
12 de febrero 2000, Buenos Aires, Argentina

Juan Carlos Thorry no fue médico como hubieran querido sus tías María, Emilia, Balbina, Pepita y Eugenia y su tío José, las mujeres y el hombre que lo criaron. Pero de ser cierto que la sonrisa restablece el espíritu, contribuyó a curar a varias generaciones. Es que mencionar a Juan Carlos Thorry (o José Antonio Torrontegui, como figura en su partida de nacimiento), es dar cuenta de la historia del espectáculo argentino. Nacido en 1908 en Coronel Pringles, Thorry fue una de las figuras centrales de la radio que animaba Niní Marshall; de la primera televisión, que lo rescató en 1994 para que ejerciera de abuelo en Aprender a volar; del cine de los años cuarenta, junto a Mirtha Lengrand; del teatro que lo contó en sus filas hasta (casi) último momento: como profesor en su casa de San Antonio de Padua y como cultor de las comedias familiares. Sólo un Parkinson que lo afectaba lo separó de las clases que daba desde 1985. Su amigo Osvaldo Miranda afirmó, al enterarse de su muerte: No me puse contento pero sí dije por fin, porque hacía mucho tiempo que sufría. Así y todo, se las ingeniaba para, de tanto en tanto, ir a ver cómo seguían trabajando sus 140 alumnos. El teatro es la verdad, todos los demás son productos de laboratorio, decía para definir su género preferido. Un género que, también, fue el primero. Yo solía ir con mis amigos a la Richmond porque ahí se reunía todo el elenco del Maipo. Un día viene Enrique Santos Discépolo y nos dice: Muchachos, voy a estrenar una obra mía en el Monumental y quiero que actúen ustedes. Y bueno, ahí fuimos, contaba cuando trataba de rearmar los orígenes, la década del treinta. Desde entonces, la popularidad no lo abandonó nunca. Y las mujeres tampoco. Hijo de padres que se separaron y lo abandonaron cuando él tenía 4 años, tuvo que suplir el amor que no le dieron sus padres con el cuidado que le prodigaron sus cinco tías solteras. Es que a su padre lo volvió a ver recién 10 años después; y a su madre la creyó muerta hasta que tuvo 40 años. Durante años me mintieron. Yo tenía 40 años y conducía Grandes Valores del Tango. Un día llega una señora muy viejita y me dice: Vengo de parte de su madre, que está en Mendoza. La saqué corriendo. Pero mi primo, que era mi abogado, me terminó confesando que era cierto. Entonces, viajé a Mendoza donde la conocí. Mi madre se llamaba Rosita Kappa y cuando abrió la puerta sólo dijo: Soy tu madre y me abrazó. Fue muy extraño. Porque, a pesar de verla seguido, nunca pude sentirla como mi mamá, confesó años más tarde
Su fama de mujeriego y su éxito como actor lo llevaron a ser el preferido de todos los hogares por décadas: el hombre que cada madre quería para su hija y para ella también. Desde joven, fue una especie de bon vivant. Y ya en 1935 tenía un auto para pasear de día y otro para pasear de noche. Fui un niño bien, pretencioso y engrupido, como dice el tango, de esos que se daban dique manejando una voiturée convertible por el centro, de los jovencitos que frecuentaban el cabaret. Jugador de rugby en CUBA, ex alumno del Colegio San José, el entonces joven Thorry sufrió un accidente que lo dejó estéril a los 18 años. Nunca me preocupó. Incluso, en una época era un buen recurso para conquistar a algunas mujeres, decía sin pizca de aire trágico. Ni el abandono de sus padres, ni los engaños de sus tías, ni la temprana esterilidad pudieron con su ánimo. La falta de sentido trágico lo asemejaba en mucho con su personaje más famoso, Cándido Pérez. Una candidez que estaba muy lejana de la ironía metafísica de Macedonio Fernández. Sin embargo, cierta pizca macedoniana habitaba sus palabras cuando debía hablar del final: No me gusta ir a los velorios. Si pudiera, tampoco iría al mío. Ojalá le hubiera sido posible.

Filmografía:
Actor:
"Aprender a volar" (1994) serie de televisión; "Estrés" (1990) serie de televisión; Lobas, Las (1986); Barras Bravas, Las (1985); Superagentes y Titanes (1983); Buenos Aires tango (1982); Esto es vida (1982); Ritmo, amor y primavera (1981); "Día 32 en San Telmo, Un" (1980) serie de televisión; Muñecas que hacen pum, Las (1979); Humor de Nini Marshall, El (1977) (TV); Pequemos un poquito (1971) (TV); Convención de vagabundos (1965); Cuidado con las colas (1964); "JC Buenos Aires-Roma-París" (1964); Dr. Cándido Pérez, señoras (1962); Maridos de mamá, Los (1956); Somos todos inquilinos (1954); Asunto terminado (1953); "Petit Café" (1953); ¡Qué noche de casamiento! (1953); Suegra último modelo (1953); Bárbara atómica (1952); Vuelva el primero (1952); Especialista en señoras (1951); ¡Qué hermanita! (1951); Comedia inmortal, La (1951); Concierto de bastón (1951); Escándalo nocturno (1951); Cuando besa mi marido (1950); Demonio es un ángel, El (1950); Cita en las estrellas (1949); Serpiente de cascabel, La (1948); Hostería del caballito blanco, La (1948); Maderos de San Juan, Los (1947); Con el diablo en el cuerpo (1947); Retrato, El (1947); Señora de Pérez se divorcia, La (1945); Casta Susana, La (1945); Mi novia es un fantasma (1944); Pequeña señora de Pérez, La (1944); Hija del ministro, La (1943); Elvira Fernández, vendedora de tiendas (1942); Luz en la ventana, Una (1942); En el último piso (1942); Pijama de Adán, El (1942); Martes Orquídeas, Los (1941); Yo quiero ser bataclana (1941); Luna de miel en Río (1940); Isabelita (1940); Cándida (1939); Solterón, El (1939); Maestro Levita (1938); Dos amigos y un amor (1938); Senderos de fe (1938); Villa Discordia (1938); Bar de radio (1936); Caballo del pueblo, El (1935).

Director:
Pate Katelin participar en Buenos Aires (1969); Cobardes, Los (1959); Somos todos inquilinos (1954); Complejo de Felipe, El (1951); Escándalo nocturno (1951); Yo quiero una mujer así (1951)




martes, 2 de junio de 2009

ENRIQUE LEPAGE

Hijo de un destacado político el ba­rón belga Enrique Lepage abandonó su patria, en compañía de su hijo y de su esposa, buscando mejores aires para la quebrantada salud de ésta. Llegó a Buenos Aires en julio de 1890, en plena revolución, y casi de inmediato se instaló en las proximi­dades del Colegio Nacional Central, calle Bolívar 375, con un negocio de artículos fotográficos. Deseoso de ofrecer a su nutrida clientela las úl­timas novedades europeas del ra­mo, Intentó introducir en el país la "fotografía animada" que acababan de inventar los Lumiere; enterado de que éstos no vendían ni alquila­ban sus aparatos, se decidió, a co­mienzos de 1897, por importar los equipos Elgé, de León Gaumont, que eran similares. Fué así que se conocieron en la Argentina las pri­meras cámaras filmadoras, con el consiguiente interés de los aficiona­dos de la fotografía. En ese mismo año, con el valioso concurso de En­rique Py, inició la producción cine­matográfica, constituida por brevísimos cortometrajes que fueron una curiosidad más o menos interesante para un reducido círculo de "ama­teurs" y que desde 1900, en que se filmó el Viaje del Dr. Campos Salles a Buenos Aires, se transformó en algo regular y continuo. Fué pro­pietario del establecimiento hasta 1908, en que lo vendió, engrande­cido, a su gran colaborador: Max Glücksmann. Un año antes, pro­hijó los ensayos de cine sonoro con sincronización fonográfica, al estilo de los que Pathé y Gaumont hacían en Francia. Enrique Lepage, intro­ductor en la Argentina del prodigio­so invento que conmovería al mun­do, retornó a Europa, en donde murió.

MAX GLÜCKSMANN (1875-1946)

Productor. Nacido en Czernowitz, entonces perteneciente a Austria, lle­gó a Buenos Aires en 1890. Se des­empeñó en distintos oficios y luego al lado de un fotógrafo, que lo ini­ció en una técnica que llegó a domi­nar. En 1891 se ofreció como em­pleado a la Casa Lepage; admitido, se convirtió en el factótum del esta­blecimiento y desde 1908 en su pro­pietario. En buena medida fueron iniciativas suyas la introducción de las primeras cámaras filmadoras y el comienzo de la producción cinema­tográfica. Lepage, Py y Glücksmann constituyeron un equipo en el que se complementaban lo técnico y lo comercial. Fue, desde 1897, el ini­ciador y organizador de la venta y distribución de películas, y quien con visión de futuro incitó a los em­presarios a la realización de exhibi­ciones cinematográficas; en ello pue­de ser comparado a los grandes cine­astas europeos y norteamericanos de la primera hora. El aspecto esencial de la producción fué, para él, el de­ los documentales y noticieros, pero no se despreocupó del cine de fic­ción, a cuyo efecto instaló una de las primeras galerías de filmación. Combinó, además, la producción con la distribución y explotación, llegando a poseer una vasta red de salas (construyó en el país los primeros grandes "biógrafos") en Argentina, Chile y Uruguay. Otros afanes comerciales e industriales fueron con­citando su atención, especialmente la grabación de discos fonográficos, hasta que el advenimiento del cine sonoro lo alejó casi totalmente de sus actividades primigenias. Murió en Buenos Aires; poco antes su ar­chivo de films había sido declarado de utilidad pública, pasando a do­minio del Estado.
TIEMPO PRECINEMATOGRAFICO
Pablo C. Ducrós Hicken
En la revista El Hogar, año 1954
Breve antología de los pioneros de Aquellos Tiempos del Biógrafo
Museo Municipal del Cine Pablo C. Ducrós Hicken

Un vapor de la carrera había traído en esos días entre su escaso pasaje a un jovencito inmigrante, de 15 años, austriaco, trasbordado en Montevideo de un barco que no se arriesgaba a llegar a nuestra capital.
Con un compañero de viaje decidieron los dos bajar a tierra y aventurarse por la Avenida de Mayo rumbo a cierto albergue donde, deciase, un connacional daba pensión. Al cruzar una bocacalle y luego de escuchados algunos disparos de fusil, el amigo cayó mortalmente herido. El pequeño inmigrante lo recogió y como pudo lo dejó en un zaguán, echándose a correr, muy impresionado, rumbo al oeste, zigzagueando por entre ráfagas de proyectiles. Encontró finalmente el hospedaje buscado y con el tiempo obtuvo un empleo de sereno en una fábrica.

En esos meses, en Bruselas, dos médicos de prestigio aconsejaban al barón Enrique Lepage, hijo de un ministro belga, a que cambiara de aires en un ensayo tendiente a mejorar la quebrantada salud de su esposa.

El barón eligió Buenos Aires y trajo consigo a su señora y a su hijo, sobre el que pesaba también la probabilidad del desarrollo del mismo mal. Como algo había que hacer, el señor Lepage resolvió asociarse y abrir una casa de artículos de fotografía y lo hizo en la calle Bolívar Nº 375. Poco tiempo después su socio retornó a Europa y el belga resolvió continuar‚ solo al frente de la firma. Era el año 1891. Los tiempos no eran prósperos. La crisis del año anterior continuaba y las operaciones se hacían en pesos oro.

La fotografía conquistaba a los porteños. La casa Lepage empezaba a formarse de una clientela consecuente, a la que concurrian profesionales de prestigio, como el químico doctor Pedro N. Arata, y los mismos profesores del vecino Colegio Nacional Central. Llegaban entonces los primeros aparatos manuables que prometían simplificar la técnica fotográfica como el BlockNotes Gaumont, el Repórter, el Detective, etc. En el curso de sus iniciativas importantes, el señor Lepage dio comienzo a la edición de una Revista Fotográfica Ilustrada, cuya lectura resulta aún hoy de interés por lo útil del contenido.
Ella le fue confiada a un empleado de la casa, el señor Francisco Ponciello, y fue la primera en su género escrita en el país.

El aficionado a la fotografía se admiraría hoy de ver la variedad de aparatos y accesorios que ya se utilizaban, desde los más pequeños de bolsillo, como los actuales, hasta los que disimulaban sus funciones bajo apariencias extrañas para poder sorprender escenas de reportajes difíciles de captar.
Una bien merecida prosperidad posóse entonces sobre la calle Bolívar número 375, casa atendida por el propio dueño con su recordada afabilidad.

Paralelamente al vasto ramo fotográfico, comenzó Lepage a importar los primeros fonógrafos Edison, cuyas audiciones se lograban por medio de auriculares, luego de lo cual llegaron con bocinas. Esta máquina parlante fue un imán que congregaba a los transeúntes de la zona y alguna vez fue menester suspender su ejecución porque la afluencia de curiosos y estudiantes del Colegio Central amenazaba interrumpir el tránsito. Llegaron inmediatamente los aparatos para uso doméstico. Costaban de diez a treinta pesos Oro, según el modelo. La casa Lepage puso una pica en Flandes al conseguir que el egregio Enrico Caruso grabara su primer registro fonográfico en su casa, cilindro que se anunció en sus catálogos, pero que hoy se considera perdido.

El caballero comerciante tenia un equipo de empleados franceses elegidos por razones de idioma; pero entendiendo que los cilindros fonográficos debían formar también una colección nacional, comenzó a ejecutar una serie extensa de diálogos humorísticos, recitados y canciones cuyos títulos son sugestivos y tentaría él escucharlos.

Veamos algunos títulos anotados en sus índices: Discurso de Bartolomé‚ Mitre, Falucho, Poesías de Guido Spano (por el autor), Confesión de un gaucho, Pericón, La Morocha, Un paisano en el tranway, La fonda del mondongo, Al doctor Alem, Desafío del gaucho picaflor, etcétera.

El pequeño emporio empezaba a instruir a la ciudad en la modernización de sus hábitos ciudadanos por medio de la difusión de elementos novedosos, materiales fotográficos para aficionados y cilindros virgen e impresos, que registrarían para el futuro algunos acontecimientos de importancia nacional, pero que la imprevisión malogró.

Mientras la firma organizaba su importación y su comercio, otro pequeño inmigrante venido de Austria y empleado de sereno en una fábrica olvidada durmiese una noche en su puesto y, por su descuido estalló una caldera. Perdió aquel empleo, echóse a andar por las calles cuando dio con la "boutique" de Monsieur Lepage y entró preguntando sí hacia falta un empleado. Se entendió con el patrón en idioma alemán, y al escucharle su nombre, Lepage lo tradujo sonriente por "Hombre de la Suerte" y lo admitió como empaquetador. El joven postulante se llamaba Max GIücksmann. La dificultad mayor del señor Lepage era el idioma y ello le había movido a tomar empleados que supieran hablar francés o el alemán hasta tanto dominara él la lengua de Cervantes. Llegaba al país la fotografía estereoscópica en toda suerte de máquinas y estilos y la imagen tridimensional maravillaba al joven Giücksmann cada vez que recibía colecciones impresas por este procedimiento, cosa que nunca había visto en su pueblo natal de Czernowitz. Por su parte, el doctor Arata mostraba al señor Lepage sus primeros resultados de fotografía en color natural mediante los autocromos Lumiere, hechas venir por Lepage a su pedido.

Llegó también otra novedad; esta vez musical. Eran los orquestones automáticos, curiosos muebles en cuyo interior había un gran disco de metal perforado, combinado con peines de acero y campanillas, con los que reproducían trozos de óperas y valses de Strauss. Feriantes y propietarios de cafés acudieron a la casa Lepage llevándose buen número de estos famosos tragamonedas. De pronto, don Enrique hizo un anuncio sensacional que el mundo médico recibió con verdadero entusiasmo.

Los tubos Roetgen para Rayos X, iniciativa ésta que sola bien valdría la justicia de una conmemoración. El número de empleados iba creciendo. El catálogo se enriquecía con diversos artículos que el genio humano maduraba en Francia, en Alemania o en Estados Unidos.

Para GIücksmann, esta prosperidad representaba el paraíso soñado, la tierra prometida, la América, el alejamiento de una Europa castigada y envejecida. Afluían los pesos como nunca había visto en su tierra. Tuvo una idea y se la transmitió al patrón, quien sonrió y le dejó hacer. Preparar "productos de la casa" que la consagrarían por sus buenos resultados A este efecto debe contarse algo

El señor Lepage, su señora y su hijo vivían en los altos de la esquina sudoeste de las calles Belgrano y Bolívar, y por tratarse de una casa muy amplia, le había cedido dos habitaciones a GIücksmann.

Aceptada su idea de preparar drogas de fotografía, los domingos por la tarde se dedicaban a combinarlas en las piletas de la casa y así se logró su famoso revelado lconógeno, tan popular en su tiempo.

El fotógrafo principiante necesitaba de dos líquidos reveladores ya listos para su uso, y aunque existían otros comercios similares en la ciudad, la honestidad de la casa, su ubicación céntrica y la verdadera feria de novedades que fascinaban al amateur hacían que todos lo inquietos preguntones del arte fotográfico concurrieran al negocio de la calle Bolívar, en donde se colmaban sus ansias indagatorias con folletos, catálogos y ejemplares de la Revista Fotográfica Ilustrada.

La variedad grande de máquinas placas y papeles sugestionaba a los aficionados, a quienes Max GIücksmann entretenía con su parlanchina jerigonza de alto grado persuasivo También dispusieron cuatro pequeños gabinetes para que los aficionados que quisieran pudieran procesar ahí mismo sus negativos y copiar sus imágenes, lo que hacían muchos, y entre ellos lo recuerdan hoy el arquitecto Courtaux Pellegrini y el doctor Carlos Citrino, clientes consecuentes de la casa. Los gramófonos se vendían en cantidad los orquestones conocieron una popularidad similar a la que hoy conocen los fonógrafos automáticos de los bares.

Una tarde el señor Lepage se hallaba leyendo una larga carta de su proveedor en Paris, donde le comunicaba que la fotografía animada era presentada con éxito en Paris, pero que los aparatos no se libraban al público. Que los señores Lumiere no vendían ni alquilaban sus máquinas, pero que la casa Elgigé (León Gaumont) se disponía a fabricar una serie de equipos similares utilizando sus propias patentes Gaumont-Marey-Demeny y de resultados parecidos.

Que en caso de concretarse esta noticia, les mandaría un aparato de muestra. Comunica esta novedad al señor Giücksmann quien dijo que fueran lo que fuesen las proyecciones animadas, la casa Lepage las presentaría también en Buenos Aires.